«La sustancia» Una visión de la aclamada película desde el punto de vista de una estudiante de psicología
— Alerta de spoilers, ojo. —
Argumento de la película «La sustancia»
Este fin de semana tuve “el placer” (no sabría si esa es la palabra que define a esta película) de ver La sustancia, de Coralie Fargeat, una directora y guionista francesa, para mí desconocida hasta ahora.
Resulta que Coralie Fargeat ya es una figura reconocida del séptimo arte gracias a su primer largometraje, llamado Revenge (2017), el cual recibió excelentes críticas y algunos premios en los festivales de Sitges, Cleveland y Calgary. Con The Substance (en español, La sustancia), por el momento ha ganado el premio a mejor guion del Festival de Cannes 2024.
He de decir que al leer la sinopsis de la película no podía imaginarme, ni de lejos, el tipo de cinta que realmente iba a terminar siendo. Seguramente fue algo que les pasó también a las dos señoras octogenarias que estaban sentadas en la sala viéndola, y que seguramente fueron por el reclamo de ver el regreso de Demi Moore a la gran pantalla. Salvo ellas dos y un hombre de mediana edad, mi pareja y yo fuimos los únicos asistentes a la sala en la que se proyectaba la película.
El argumento de la película es sencillo. Elisabeth Sparkle, una actriz en declive y en el peor momento de su carrera, decide someterse a un tratamiento experimental (“La sustancia”) con el que puede generar una versión suya mejorada: más joven, más bella, más exitosa, pero con toda la experiencia y el bagaje de su edad real (en torno a los 50 años). Si bien las dos versiones son la misma persona (algo que los que se encargan de distribuir “La sustancia” dejan muy claro desde el inicio del tratamiento), existe un pacto de presencia, por el que cada versión tendrá 7 días de vida alternos, sin excepciones. Es decir, cada 7 días deberán intercambiarse las versiones: la original (una Demi Moore espléndida a sus 50 y tantos años) y una joven Sarah Margaret Qualley (te sonará por haberla visto recientemente en Kinds of Kindness, Érase una vez en Hollywood, Pobres criaturas). En ese periodo de tiempo, la versión que no está “activa” permanecerá inmóvil e inconsciente, enganchada a una sustancia que de algún modo la mantiene con vida.
— A partir de aquí, spoilers —
Desde el punto de vista cinematográfico, tanto la fotografía como la ambientación de la película, o su estética, nos recuerdan a maestros como Stanley Kubrick (El resplandor), David Lynch (Scanners) o David Cronenberg (La mosca). Para aquellos que no los conocen, se trata de auténticos referentes del cine fantástico y de terror, cuyas películas suelen abordar temáticas oscuras y perturbadoras. Estas obras comparten una característica común: en casi todas se produce una distorsión o alteración de la realidad que sumerge al espectador en un mundo donde reinan el subconsciente y la exploración de los límites del cuerpo humano, así como los del propio espectador. Especialmente en el caso de los dos últimos directores, cuyas creaciones resultan en ocasiones difíciles de ver. Al igual que estos autores, la película de Fargeat también puede ser, en muchos momentos, difícil de presenciar, sobre todo si se acude a la sala esperando ver un drama o una simple película de suspense/ciencia ficción.
Sin embargo, la película de Coralie Fargeat va mucho más allá. Podría decirse que se trata de una mezcla de géneros que van desde el suspense y el misterio, pasando por la ciencia ficción y terminando en el más puro cine de terror, con toques de cine gore.
Análisis psicológico de la película «La sustancia»
En términos psicológicos, La sustancia plantea diferentes lecturas o dilemas humanos que podrían resumirse en:
1. La obsesión por la eterna juventud y la identificación de la valía de la mujer con su aspecto físico en un mundo dominado y dirigido por los anhelos sexuales de los hombres. La fugacidad del éxito y la reemplazabilidad de los actores/actrices.
Desde el inicio de la trama, la cinta nos sumerge en un claustrofóbico ambiente (muy bien conseguido gracias a sus perspectivas de cámara), pero también por sus decorados y localizaciones. La sensación de que no hay salida está latente en cada uno de sus escenarios: desde el pasillo de la productora donde trabaja Elisabeth (Demi Moore), el plató de TV, el salón circular de su piso en un rascacielos, el baño donde se suministra “La sustancia”, hasta la sala donde recoge periódicamente el pedido de este preparado que consigue hacerla lucir 30 años más joven.
No existe más opción que cumplir con el estándar que demanda la industria: mujeres sexuales, jóvenes, apetecibles para los hombres, sin arrugas, celulitis o cualquier “defecto” real que pueda “manchar” la imagen de las divas de las cámaras. Así, la película nos transmite la presión que siente la protagonista, a quien han despedido por ser demasiado mayor (“jurásica”, como dice uno de los actores), y quien, pese a su trayectoria, ya no es válida ni interesante, sino totalmente reemplazable por un nuevo cuerpo joven y esbelto que vaya a sustituirla.
De este modo, la cinta pretende también darnos una imagen de la voracidad propia del sector, que fagocita mujeres, las convierte en divas inalcanzables y las expulsa a su antojo. Una gula sin fin que llega a producirnos la misma repugnancia que ver comer a la figura representada por Dennis Quaid, el supuesto magnate de la cadena. En línea con los sentimientos de asco y repugnancia, la película bascula en una fantástica dualidad constante entre lo que está creado para ser deseable y “apetecible o devorado” y lo que produce repugnancia, asco, miedo o terror.
En esta poderosa antítesis, al inicio del filme veremos imágenes dignas de una cinta pornográfica creada por y para hombres, donde la juventud y ser un objeto de deseo es lo único que importa, en contrapartida con la monstruosidad y oscuridad de los minutos finales. Allí, la deformidad, la violencia, la presencia de la muerte y la decadencia, unidas a la exploración de los límites del cuerpo, nos harán revolvernos en nuestra butaca, identificándonos con el público que aparece en la película. Y es que los 20 últimos minutos no son aptos para los estómagos más sensibles, ya que, como era de prever, el alter ego joven de la protagonista empieza a “devorar” a la versión original de Elisabeth con la misma voracidad y egoísmo que los espectadores devoran contenidos en los que se hipersexualiza la figura femenina. Todo vale si de perseguir el éxito se trata.
2. La hipersexualización del cuerpo femenino y su degradación máxima, convirtiéndolo únicamente en un objeto de deseo o elemento decorativo.
Las hiperbólicas imágenes de Sue, el alter ego de la protagonista, nos incomodan y enganchan a partes iguales. Nos incomodan porque llevan una sexualidad implícita muy potente, y nos enganchan porque su cuerpo es completamente irreal y fantasioso. Es como una ninfa creada para el placer visual de los espectadores. Un avatar cuyo bonito envoltorio es en sí mismo toda su valía o interés. No existe en la película ningún diálogo o fragmento del guion en el que la doble joven de Elisabeth muestre algún aspecto intelectual más allá de su físico, por el cual es valorada.
Tanto ella como el resto de mujeres que aparecen trabajando en el medio audiovisual dentro de la cinta no son más que elementos decorativos para el entretenimiento de los hombres. Bailan, ríen y se mueven en función de los anhelos perversos de los magnates de la cadena, ávidos de hacer dinero con sus cuerpos, manejando sus hilos como si fuesen marionetas.
Esta macabra parodia, por desgracia, nos puede resultar familiar en el mundo actual, donde casi siempre sucede que las grandes estrellas del mundo del cine y la televisión deben ser deseables a los ojos de los hombres. Los estándares estéticos a los que ellas y ellos se someten no son los mismos. Las mujeres no pueden envejecer, y si lo hacen, no debe notarse, ya que su cuerpo parece mucho más importante que su contenido o sus dotes como actriz/comunicadora.
3. El rechazo hacia uno mismo y la alienación de la persona en busca de unos ideales estéticos inalcanzables.
Hay un momento clave en la película donde se explora la idea del rechazo hacia uno mismo. Se trata de cuando Elisabeth, cuyo cuerpo está completamente podrido, avejentado en exceso, y cuya existencia es amenazada por la de Sue, quien, para poder extender su tiempo en el mundo más allá de 7 días, le está “drenando” literalmente hasta la última gota de vida. En ese momento, a la protagonista se le ofrece la opción de parar el proceso y de eliminar a su versión más joven, quedándose tal como está en el mundo. Desde la lógica, y sabiendo que Sue está acabando con su vida, la respuesta parece muy clara. A sabiendas de que Elisabeth nunca va a poder volver atrás y deberá quedarse con el cuerpo que tiene ahora (mucho más dañado y avejentado que antes de empezar con “La sustancia”), la protagonista, encarnada por Demi Moore, prefiere morir a abandonar el sueño de éxito y juventud que le está proporcionando su versión joven, quien poco parece preocuparse por ella o por lo que le suceda, y actúa únicamente bajo su propio egoísmo.
A medida que el cuerpo de Elisabeth se va consumiendo, su rechazo por ella misma aumenta. Ya no se siente atractiva ni cómoda dentro de su propia piel, aunque es cierto que su propio rechazo comienza cuando es despedida de la cadena y relegada al olvido. Empieza a compararse con su malévola doble y termina por rechazarse hasta límites insospechados, llevando este odio hacia sí misma a lo imposible. En este punto podríamos decir que se produce una alienación de la persona, ya que ella existe en función de lo que ven los demás. No es nadie si no es vista o aclamada por su juventud y sexualidad. En un mundo donde los ideales estéticos no son compatibles con el paso del tiempo, Elisabeth se ve obligada a “vender su alma” a “La sustancia” para poder seguir estando dentro de las expectativas de otros y así ser considerada una buena profesional.
Y es que aquí nos topamos con otro de los planos psicológicos.
4. La idea de que tener éxito en la vida es encajar en los estereotipos estéticos y en la mirada de otros. Ella solo existe y es exitosa si los demás la adoran como la estrella de la televisión y actriz que es.
Este rechazo hacia su persona se explora también desde otro punto de vista: el de negar la idea de que es ella misma quien se está dañando y no una persona externa. La propia sustancia ya lo avisa como disclaimer: “Recuerda, tú eres una. No existen dos Elisabeth que luchen una contra la otra”. La versión despiadada, joven y deseable que prefiere matar a la original con tal de perseguir el éxito está dentro de la “vieja” Elisabeth, quien se rechaza tanto a sí misma que es capaz de ir contra su cuerpo para lograr el éxito. Prefiere existir siendo el alimento de una voraz Sue, con todo lo que eso supone, antes que luchar por su propia existencia.
Todo por estar a la altura de lo que ella entiende que los demás esperan de su persona: ser vista, ser admirada, ser joven y hermosa para siempre. Ser la foto que domina su salón, encajar con unos estereotipos completamente inflexibles que son inalcanzables para el resto de las mujeres. El éxito en la vida es retratado desde el ego: “Solo existo si soy visto”. “Solo tengo éxito si los demás me admiran”. No queda espacio para otra interpretación del éxito posible.
Es precisamente en esta última faceta donde la película nos invita a hacer una reflexión respecto a la constante exposición del mundo en el que vivimos. Hoy en día no importa ser, sino parecer, mostrarlo en redes sociales para que todo el mundo vea la faceta que nosotros queremos. Crear un personaje adecuado a lo que pensamos que buscan o esperan los demás, sin importar quién somos realmente. Porque el éxito es que vean que somos exitosos porque sabemos rodearnos de lujo y riquezas materiales. Ser imperecederos al paso del tiempo y encajar en los estereotipos físicos y materiales que otros han marcado para nosotros.
Conclusión
La sustancia de Coralie Fargeat es mucho más que una simple película de ciencia ficción o terror; es una profunda reflexión sobre los valores y las presiones sociales a las que, especialmente las mujeres, se enfrentan en la industria del entretenimiento y en la sociedad moderna. A través de un argumento que mezcla el suspense, el horror corporal y la ciencia ficción, la cinta nos empuja a cuestionarnos hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra identidad, nuestra humanidad y nuestra esencia en la búsqueda de una juventud eterna, un éxito efímero o la aceptación de otros.
Fargeat presenta una brutal sátira de un mundo que exige perfección física y condena el envejecimiento, retratando de manera cruda cómo estas obsesiones pueden consumirnos desde adentro, hasta hacernos perder de vista quiénes somos realmente. La película nos lleva a enfrentar nuestra propia relación con el cuerpo, el éxito y la autoimagen, recordándonos que, en la carrera por satisfacer las expectativas externas, podemos convertirnos en nuestro peor enemigo.
En definitiva, La sustancia no es solo una obra inquietante por sus imágenes y narrativa perturbadoras, sino por lo que nos deja al salir de la sala: una sensación incómoda, un espejo que nos obliga a mirarnos y a preguntarnos si, en algún punto, también hemos dejado que nuestros ideales o las expectativas de otros se conviertan en nuestra «sustancia».
Excelente análisis, justo acabo de salir del cine, salgo con un nudo en la garganta por la reflexión de la película, inevitable no llorar jeje pero es un mundo tan complejo donde lo externo y superficial es lo más importante, creo que está pelicula nos muestra un faceta de la vida de muchas mujeres están viviendo actualmente, el bombardeo de las redes sociales, esa belleza falsa y disfrazada por tantos filtros, creo que es una crisis silenciosa que muchas.muneres están viviendo!! Saludos me encantó tu análisis de la película
Gracias a ti por comentar! Coincido al 200% en todo lo que comentas. Todo el tema de los filtros y los retoques son parte de una epidemia silenciosa que estamos viviendo las mujeres. Parece que no salimos de una batalla para meternos en otra. Qué importante tener películas como esta en cartel!